Los soldados vivían en ellas durante semanas y meses esperando la llegada inminente del enfrentamiento; con pocos alimentos y viviendo entre las ratas. Cuando lograban avanzar, se hacia cruel la batalla: se tenia que marchar sobre cientos de cadáveres abandonados, evitando los cráteres que hacían las granadas, la amenaza de balas enemigas y el gas mostaza.
La vida cotidiana en las trincheras «Esos tres días pasados encogidos en la tierra, sin beber ni comer: los
quejidos de los heridos, luego el ataque entre los boches (alemanes) y
nosotros. Después, al fin, paran las quejas; y los obuses, que nos destrozan
los nervios y nos apestan, no nos dan tregua alguna, y las terribles horas que
se pasan con la máscara y las gafas en el rostro, ¡los ojos lloran y se escupe
sangre!, Después los oficiales que se van para siempre; noticias fúnebres que
se transmiten de boca en boca en el agujero; y las órdenes dadas en voz alta a
50 metros de nosotros; todos de pie; luego el trabajo con el pico bajo las
terribles balas y el horrible ta-ta-ta de las Ametralladoras.»
Carta de un soldado francés. Verdún,
marzo 1916.
En: Prats, J., Historia del Mundo Contemporáneo, Editorial Anaya, Madrid 1996, p. 60.
En: Prats, J., Historia del Mundo Contemporáneo, Editorial Anaya, Madrid 1996, p. 60.
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